Nuestro amigo Carlos Cervantes fue entrevistado por El Pais. Aquí os pongo el artículo. Si quereis verlo directamente en la página de internet este es el enlace:
http://www.elpais.com/articulo/cataluna/cerveceras/nada/romanticas/elpepiespcat/20080821elpcat_10/Tes/
REPORTAJE: Coleccionista de... objetos cerveceros
"Las cerveceras no son nada románticas"
Carlos Cervantes se lo sabe todo de la bebida que reina en el verano a golpe de caña
Si está bien tirada, la cerveza deja bigote y cada sorbo queda marcado con una línea de espuma en la copa. "Espuma no, crema. Espuma tiene el jabón, la cerveza tiene crema", corrige Carlos Cervantes, que como mínimo se merece el título de empleado del siglo. "Cuando yo tiro una caña, se puede clavar un palillo en la crema y no se hunde", dice orgulloso de su pericia (el secreto está, en parte, en la inclinación del vaso). Experiencia no le falta: lleva muchos años trabajando en la Damm, como antes lo hizo su padre. Allí se dedica a cosas diversas, desde cuidar y nutrir el museo histórico de la empresa, hasta dar clases de catas a estudiantes de hostelería.
La pieza por la que tiene más aprecio es una modesta jarra de cobre heredada de su padre
En realidad, no desconecta nunca, porque una vez acabada la jornada laboral se dedica en casa a su gran pasión: el coleccionismo de objetos cerveceros. Los tiene a miles -ya ha perdido la cuenta- y están perfectamente ordenados y clasificados en distintas estancias de su casa, ubicada en el barrio barcelonés del Clot. La acumulación llegó a tales extremos que se vio obligado -con gusto, eso sí- a ceder varias piezas al museo que tanto mima. "No es una tarea fácil, porque las cerveceras no son nada románticas. Se deshacen de todo", lamenta.
Este tipo de coleccionismo cervecero no tiene en España una larga tradición, al contrario de lo que pasa en otros países europeos y, sobre todo, en Estados Unidos, donde está nítidamente codificado. Así, esta afición, señala Cervantes, recibe el nombre de breweriana, que se tilda de "mayor" cuando consiste en reunir piezas que están en contacto con el producto, como las latas o los antiguos tapones de corcho.
Para transmitir un poco de lo que sabe sobre la cerveza, sería necesario disponer de toda una vida. Hasta escribe artículos para la revista del Club de Coleccionismo Cervecero, del que es un miembro destacado, y tiene su propia página web (www.webeer.com), donde, entre otras causas, se dedica a aclarar tópicos sobre el consumo de esta bebida -aquello de la panza-, y a combatir malas costumbres muy extendidas en chiringuitos veraniegos, como la moda de servir la cerveza en una copa helada.
En su colección hay un poco de todo: latas -algunas tan antiguas que necesitaban de abrelatas para embuchárselas porque no tenían anillas-, botellas, pegatinas, posavasos, títulos de acciones de firmas desaparecidas, figuritas, jarras -las alemanas tienen tapas para que no caigan hojas en su interior cuando se bebe en el campo-, chapas, tapones, calendarios publicitarios, carteles... Con tantos años de afición, se le han ido acumulando las anécdotas. Así, cuando le dio por los pins, acabó pidiendo a su mujer que fuera a comprárselos en los puestos que se instalaban en Arc del Triomf. Los vendedores, recuerda, ya lo tenían calado y se los vendían más caros porque no sabía decir que no.
No obstante, Cervantes reconoce que se ha vuelto más selectivo: el espacio manda. Por ejemplo, decidió clausurar su colección de etiquetas cuando llegó a tener 30.000. Cada día le llegaban entre 10 y 15 cartas con nuevo material. "Me he dado cuenta de que lo bonito no es acaparar. Eso lo puede hacer cualquiera. Me interesa lo delicatessen", apunta con una sonrisa. Para él, el valor de los coleccionistas está en que se dedican a conservar cosas cotidianas que no aparecen en los libros de Historia.
Y como todos, tiene algunas piezas por las que muestra un gran apego por motivos puramente sentimentales. En su caso, una modesta jarra de cobre que heredó de su padre. Antiguamente se utilizaba para catar la cerveza directamente del tanque o del barril y llegó a manos de su progenitor cuando se jubiló el maestro cervecero de entonces.
Como se ve, Cervantes se toma muy en serio el mundo de la cerveza. Incluso parece metido en una cruzada personal para conseguir -en la medida de lo posible- que esta refrescante bebida goce del mismo prestigio que el vino, con su celebrada cultura. Lógicamente, no utiliza ni una sola vez la palabra birra -tan popular en las farras- y oyéndole hablar cualquier estereotipo sobre los cerveceros se cae pronto al suelo. Ni la más mínima mención, por citar un clásico, al patriarca de los Simpson, el gran Homer. No, el coleccionista prefiere dedicar su tiempo a popes que realmente han dejado una huella histórica en el ámbito que domina al dedillo. Como Carlos V, que introdujo la cerveza en España, o Santa Hildegarda -muy aficionada a estudiar las propiedades de las plantas-, que añadió a su proceso de elaboración el lúpulo, un ingrediente que le quitó su primitivo sabor dulzón. "Lo bonito de coleccionar es buscar, aprender", concluye Cervantes a modo de despedida. Y razón no le falta.
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